NO.
“Hitler pudo perder la guerra en el campo de batalla, pero terminó ganando algo”, dice M. Halter. “Porque el hombre del siglo XX creó el campo de concentración y resucitó la tortura, mostrando a sus semejantes que es posible cerrar los ojos a las desgracias de los demás hombres”.
Las palabras más importantes en todas las lenguas son palabras pequeñas. “Sí”, por ejemplo. “Amor”, “Dios”. Son palabras que salen con facilidad, y que llenan espacios vacíos de nuestro mundo.
No obstante, hay una palabra, también pequeña, que nos cuesta decir.“No”.
Y nos sentimos generosos, comprensivos, educados. Porque el no tiene fama de maldito, de egoísta, de poco espiritual.
Cuidado con esto. Hay momentos en los que, al decir “sí” a los otros, uno se está diciendo “no” a sí mismo.
Todos los grandes hombres y mujeres del mundo fueron personas que, en lugar de decir “sí”, dijeron un NO rotundo a todo lo que no era acorde con un determinado ideal de bondad y crecimiento.
A menudo nos pueden tildar de intolerantes, pero es importante abrirse y luchar contra todo y contra todas las circunstancias, si estamos frente a una injusticia o una crueldad. Nadie puede permitir que, a fin de cuentas, Hitler haya establecido un modelo que pueda reproducirse porque la gente sea incapaz de protestar. Y para reforzar esta lucha, es bueno no olvidar las palabras de John Bunyan:
“Aunque haya pasado por todo lo que he pasado, no me arrepiento de los problemas en los que me metí, porque fueron éstos justamente los que me trajeron adonde quería llegar. Ahora, ya cerca de la muerte, todo lo que tengo es esta espada, y se la cedo a todo aquel que quiera proseguir su peregrinaje.
“Aunque haya pasado por todo lo que he pasado, no me arrepiento de los problemas en los que me metí, porque fueron éstos justamente los que me trajeron adonde quería llegar. Ahora, ya cerca de la muerte, todo lo que tengo es esta espada, y se la cedo a todo aquel que quiera proseguir su peregrinaje.
“Llevo conmigo las marcas y cicatrices de los combates, que son testigos de lo que viví, y recompensas de lo que conquisté. Son estas queridas marcas y cicatrices las que van a abrirme las puertas del Paraíso.
“Hubo una época en la que viví escuchando historias de bravura. Hubo una época en la que viví apenas porque tenía que vivir. Pero ahora vivo porque soy un guerrero, y porque quiero estar un día en la compañía de Aquél por quien tanto luché.”
En definitiva, las cicatrices son necesarias cuando luchamos contra el Mal Absoluto, o cuando debemos decir que no a todos aquellos que, a veces con la mejor de las intenciones, intentan estorbar el camino que conduce a nuestros sueños.
PAULO COELHO
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